• La palabra "robar" va más allá de tomar cosas materiales que no son nuestras. 

Por: Paulina De la Mora
 
¿Te has puesto a pensar si te han robado o tú has robado a alguien su paz, su estabilidad emocional, su tiempo o algún otro recurso en sus vidas?

¡Es momento de hacer una fuerte, pero importante reflexión!


¿Recuerdan cuando hablamos de los yamas o conductas morales del Yoga?

El primero fue "AHIMSA, no violencia" el segundo "SATYA O VERDAD" y ahora vamos con el tercero que es: “ASTEYA”, que significa no robar (A: no, STEYA: robar).  

Robar aquí se define como “la apropiación indebida de uno mismo de las demás cosas o negativa a hacerlo, la libertad de voluntad es no robar.” Este yama abarca mucho más que el simple hecho de quitar algo material que no nos pertenece, también habla de  robar la energía de los demás. 

¿Cuántas veces le hemos quitado tiempo y espacio a los demás por pura necesidad propia?
                        
                                                                                
                                                                               Foto vía: Medicaldaily.com


Asteya lleva tu conciencia a los límites, esto debe ser entendido como el refrenar o educar ese sentimiento de querer apoderarse de todas las cosas a nivel intelectual, emocional, material y energético. Cada una de las acciones empiezan primero con alguna idea; cuando los pensamientos de baja frecuencia -de lo que ya hemos platicado- están en nuestra mente, debemos desecharlos implantando pensamientos de alta frecuencia para no caer en estos actos.

Hay que comprender que lo que no se tiene no es nuestro, y que si alguien te pide hay que dar, porque cuando más se da más te desprendes de las cosas.

Algunos ejemplos de robo sería el plagio en forma académica, tomar lo que legítimamente no viene a nosotros aunque está dado, es robar; cuando se exige más de un precio justo o un salario justo, al fomentar, disculpar o apoyar los abusos económicos y las desigualdades sociales estamos apoderándonos de algo que no es nuestro; obligar a otros a darnos algo que queremos de ellos (material, físico o emocional) o no dar lo que estamos legalmente o moralmente obligados; usar algo para otro propósito de lo que dijiste o por más tiempo; la impuntualidad es una forma de robarle el tiempo y la energía a las personas; cuando somos injustos con otro, estamos siendo violentos con esta persona, y al serlo le estamos robando su paz.

                                                                   
 
No robes tiempo, energía, esfuerzo de los demás; cuando exista una verdadera alineación de conciencia vibratoria con el universo todo lo que se pida, se dará. Hay que respetar los derechos a la vida, la religiosidad, el estudio, la salud de todas las personas.

En la epopeya Ramayana se relata un ejemplo de esto, es la historia del Príncipe Bharata.

El padre de Bharata, el Rey Dasaratha, fue el gobernante de Ayodhya. Dasaratha tenía tres esposas. La mujer mayor, Kausalya, era la madre del príncipe heredero Rama. La joven esposa, Sumitra, tenía dos hijos, Lakshmana y Shatrughana. La esposa del medio, Kaikeyi, que era la madre del Príncipe Bharata. 

Una vez, mientras que el Príncipe Bharata no estaba en la casa, su madre -la reina Kaikeyi- se enteró que el príncipe Rama sería coronado por el rey, por lo que fue a ver a su marido el Rey Dasaratha, y le dijo: "Concédeme las dos bendiciones que me habías prometido años atrás."

"Está bien", respondió el rey. "En primer lugar, deja que mi hijo Bharata sea coronado rey, y destierra a Rama al bosque durante catorce años". 

Al Rey Dasaratha se le rompió el corazón por las exigencias de Kaikeyi, pero estaba obligado por su promesa y le concedió a Kaikeyi sus bendiciones. El príncipe Rama se alejó a la selva acompañado por su esposa, Sita, y su hermano, Lakshmana. El Príncipe Bharata recibió una urgente citación para regresar, mientras tanto, el Rey Dasaratha murió de dolor. 

Cuando Bharata entró a Ayodhya, notó los rostros agobiados de la gente. "Algo está mal", pensó, mientras se apresuraba a ver a su madre Kaikeyi, que estaba encantada de ver a su hijo. "O Bharata", proclamó, "serás coronado el rey de Ayodhya! Tu padre no está más, y he tenido que desterrar a Rama al bosque por catorce años" 

El buen Bharata se horrorizó de las palabras de su madre. "¡Madre!", clamó, "¡estás cegada por la codicia! ¡No tengo ningún poder, ni tampoco deseo robar a mi hermano Rama su reino!" Bharata se dirigió inmediatamente hacia el bosque a traer a su hermano de vuelta.

En el bosque, Bharata se reunió con Rama, Sita y Lakshmana. Cayendo a los pies de Rama, Bharata sollozó, "Perdóname, querido hermano. Soy inocente. Por favor, vuelve a gobernar la tierra y su gente. Nuestro padre, el Rey, no está más."  Pero Rama no pudo ser persuadido para salir del exilio, por lo que el sabio Vasishtha intervino y ordenó que él debía servir como el Rey durante la ausencia de Rama.

Con el corazón destruído,  Bharata aceptó. Antes de partir, este le suplicó a Rama darle sus sandalias. Al regresar a Ayodhya, Bharata humildemente colocó las sandalias de su hermano en el trono. Entonces, se trasladó a una ermita en las afueras de Ayodhya. Vivió la vida simple de un asceta, y gobernó el reino desde allí. Cuando Rama regresó del exilio, luego de catorce años, el bondadoso Bharata gustosamente entregó el reino al Señor Rama. 

                                                                                                                    

¿Cuánta Asteya tenemos en nuestra vida? y ¿qué vamos a hacer para mantenerla y trabajarla?

 “Al yogui no le faltará nunca nada esencial mientras su honestidad esté firmemente establecida. Recibe, cuando lo requiere, todo lo que necesita para proseguir su acción.”- Maréchal

Namasté.
 

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