Por: Raúl García
 
Iniciamos un nuevo mes y, con él, una nueva aventura más allá de nuestro México. Por estas dos semanas nos embarcaremos en un viaje espectacular al otro lado del mundo, con nuestros ojos puestos en el horizonte, con la mochila lista y una curiosidad inmensa para descubrir uno de los destinos más populares, no sólo de Europa, sino del mundo.  Es el lugar más romántico de la tierra, con un número de visitantes que supera los 40 millones al año.
 
Recorreremos algunos de los monumentos más famosos del mundo de la mano de su historia, como El Arco del Triunfo, construido por Napoleón en el año de 1806; la Catedral de Notre Dame, dedicada a María Virgen, Madre de Jesús en 1163; el Obelisco de Luxor, situado en la Plaza de la Concordia; el Museo del Ejército, creado por la fusión del Museo de la Artillería y del Ejército en 1905; la tumba del Emperador Napoleón, situada en la Iglesia Saint Louis des Invalides; el Museo del Louvre, con sus 60,500 metros cuadrados de galerías de arte y, claro está, junto con todos ellos una de las avenidas más hermosas: Los Campos Elíseos, con sus 1910 metros de longitud. Por supuesto que no podía faltar la estructura metálica más popular de todo el mundo: La Torre Eiffel, construida para la exposición universal de 1889 y que fue odiada por muchos al verla concluida en esos tiempos
 
No se necesita decir más para saber nuestro destino ¡caminemos por la Ciudad de Luz; caminemos por París!
 
Para la aventura necesitamos conocer más de la ciudad de la luz: París está situada en una cuenca de agua rodeada por el Río Sena en el centro, uno de los ríos principales por su comercio y transporte de la región, el río Marne y el Oise, con una longitud de poco más de 300 km. que nace en la provincia belga de Henao. El pueblo original de la región eran los galos, llamado “Parísios” y que en latín es Parísii, conquistados por el Imperio Romano bajo el mando de Julio César, su nombre deriva del latín de “Civitas Parísorium”-ciudad de los Parísi. En el siglo IV toma su nombre actual y ya como reino Franco se hace capital en el año 508, cambiando y evolucionando con el tiempo en el año de 1190 a 1220 con Felipe Augusto, París se convierte en la capital del reino, para que después -atravesando construcciones, sitios y batallas en los comienzos del siglo XVII- Enrique IV comenzara a construir las primeras edificaciones “modernas” como el “Place des Vosges” con un tamaño de 140x140 metros, es la primera construcción de un programa de ordenamiento urbano de la ciudad. Pero no fue hasta la llegada de Luis XIV cuando comienzan a aparecer los grandes bulevares.
 
A finales del siglo XVIII surge la revolución francesa con la toma de la fortaleza de la Bastilla; tiempo después, el Autoproclamado Emperador, Napoleón Bonaparte decide que París fuera su capital de imperio, creando nuevos y majestuosos palacios, los cuales sobreviven hasta nuestros días. Pero no fue hasta la llegada del segundo Imperio de Napoleón III que París se convirtió en la ciudad que conocemos hoy en día, y ya para el siglo XIX se creó lo que puede ser la construcción más reconocida en el mundo: La Torre Eiffel, en 1889.  Toda esa gran historia que ha sobrevivido hasta nuestros días, inclusive después de dos guerras mundiales, espera ser descubierta por las miles de personas que visitan la ciudad anualmente. ¡Así que comencemos!
 
Después de un vuelo de 11 horas llegamos a París, ya está entrada la noche y mientras nos trasladamos al hotel unas luces se distinguen en el horizonte; sabemos qué es, pero difícilmente distinguimos los edificios, salvo la torre Eiffel a lo lejos.  Es una nube de luz y oscuridad lo que cubre la ciudad, mostrándose con un misterio sin igual; está ahí esperándonos para que con los primeros rayos del sol de la mañana descubramos su gran belleza.
 
Al día siguiente despertamos muy temprano, casi no se puede dormir de la emoción.  Al salir del hotel nos llena la atmósfera de la ciudad; edificios antiguos y calles empedradas nos esperan con la clásica tranquilidad de las mañanas de las ciudades.  Decidimos no desayunar en el hotel, smás bien buscamos uno de esos tantos pequeños restaurantes para tranquilamente ver pasar las primeras horas de la mañana, y ¿qué podría ser más francés que un croissant con un poco de mantequilla y mermelada acompañado de un café justo a pie de la calle?
 
Terminando nos dirigimos a nuestro primer destino del día: El Arco del Triunfo o el Arc de Triomphe; es uno de los monumentos más populares de la capital de Francia. Para llegar caminamos por la calle Av Marceau, poco a poco alcanzamos a distinguir de entre los edificios clásicos y lo verde de los árboles su forma, primero la sombra que el propio arco hace sobre sí mismo y, después, ya justo enfrente de nosotros se revela con toda su grandeza. Fue construido por Napoleón Bonaparte y diseñado por Jean Chalgrin para conmemorar la batalla de Austerlitz.  Está erigido en la Plaza Charles de Gaulle, justo donde inicia -para nosotros- la Avenida de los Campos Elíseos.
 
Cruzamos la calle para contemplarlo más cerca, increíbles figuras sobresalen del monumento; nos percatamos que cuenta con cuatro estatuas en cada uno de sus pilares: la primera con la que nos topamos es Le Triomphe -El Triunfo-de 1810; después el de La Résistance –La resistencia- de 1814; continuando con La Paix-La Paz- de 1815 y por último La Marseillaise-La Marsellesa- de 1792. En sus muros están grabados los nombres de personajes revolucionarios, así como victorias militares. Dentro del Arco se encuentra un pequeño museo donde nos explican su gran historia y de cómo vivió la transformación de la ciudad. Con su altura de 49 metros de alto y con 45 metros de ancho, es una obra maestra que se impone en el paisaje Parísino como un guardián de la historia.

                                                                                    

Continuamos nuestro viaje, ahora recorreremos Les Champs-Élysées, Los Campos Elíseos, rodeada de enormes árboles y con adoquines en la calle; parece como si se hubiera detenido en el tiempo. Pequeños negocios, tiendas de diferentes tipos, cafés, restaurantes junto con cines y marcas de lujo y súper lujo de ropa y accesorios nos acompañan en nuestro recorrido. Es una avenida larga, pero la emoción de nuestros pies nos impide sentirnos cansados; además, un cada tanto nos detenemos para ver uno que otro aparador de lo último de la moda, descubrimos más y más detalles de la vida cotidiana de París y con ello realmente nos sentimos parte de su historia al caminar bajo el cielo azul que hace resplandecer su adoquín.
 
En su parte mas “baja”, Los Campos Elíseos desemboca a la Plaza de la Concordia, justo donde hace mucho tiempo se llevaban a cabo las ejecuciones. Está está rodeada de bellos jardines y con un color verde que invade nuestros sentidos y, aunque no lo parece, da la impresión de que la ciudad quedó atrás hace mucho.  En esta Plaza se encuentran bellas construcciones de edificios públicos como: Palais de la Découverte-El Palacio del Descubrimiento- también la Universidad París, el Gran Palacio y el Pequeño Palacio, todos dignos de admirarse y tomarse el tiempo para disfrutar del paisaje que nos brinda esta ciudad luz.

                                                                                     

Seguimos adelante y se descubre ante nosotros el  obelisco de Luxor, justo en la Plaza de la Concordia, en el fin de la avenida Champs-Élysées. Este obelisco es una pieza original del antiguo Egipto; su historia ligada al pueblo francés se remonta a 1830 cuando Mehemet Ali, el Valí de Egipto, fue “obligado” por Jean-François Champollion (quien descifró los jeroglíficos egipcios) a dar los dos obeliscos del Gran Templo de Luxor, pero sólo uno de ellos fue traído a estas tierras, el más dañado y pequeño. Un navío especialmente diseñado fue el que transportaría el monumento desde su lugar original a este, su reposo actual.  La elección de erigirlo en este lugar es culpa de Luis Felipe I de Francia, en el año de 1836, con el fin de “opacar “el lugar y que no se diera para fines revolucionarios.
 
Está realizado en granito rosa y tiene una altura de 23 metros; cuenta con un peso de 230 toneladas próximamente.
 
Como dato curioso, justo en el momento exacto cuando el obelisco estaba a punto de estar en su posición final, el rey y su familia salieron a un balcón de un edificio cercano haciendo aún más grande la ovación de los presentes, una perfecta sincronización para hacer de este un espectáculo para recordar hasta nuestros días.

                                                                                 

Las horas se nos fueron volando, pero no queremos que pase nuestro primer día sin visitar lo más representativo de la ciudad, claro la Torre Eiffel. Tomamos un taxi y, más que un viaje común, parece un tour por la ciudad. En el camino encontramos edificaciones, parques inigualables y hasta pasamos a un lado de Champ de Mars, -Campo Marte- hasta llegar a Av. Octave Gréard, que es justo la calle debajo de la torre; bajamos del taxi y de inmediato nuestra vista hace un recorrido comenzando desde la base hasta la punta de la torre. Caminamos para acercarnos más, aun incrédulos de que estamos por fin de frente a la Torre Eiffel.

Su estructura metálica es imponente desde el inicio y ¿cómo no?, si con sus 330 metros de altura de hierro es inmensa. Su construcción duró dos años, dos meses y cinco días; fue la estructura más alta del mundo por nada más de 41 años, hasta que un edificio de Nueva York le quitó el “título”.
 
La Torre fue construida por Gustave Eiffel y en su época no era la maravilla que todos deseaban visitar, al contrario, muchos la veían como un monstruo de hierro que tenía que ser demolido después de su participación en la Feria Universal de 1889.
 
Al ir subiendo nos llega una emoción como ninguna otra en todo nuestro recorrido, una enorme sonrisa se dibuja en nuestro rostro y, por lo que notamos, no somos los únicos en pensar así, ya que varios de los turistas que nos acompañan tienen la misma cara y sonrisa de emoción. La torre tiene tres niveles, el primero está a 57 metros de altura y soporta aproximadamente a tres mil personas; ahí recorremos la pequeña galería, existen telescopios, mapas de orientación y una vista de 360 grados que nos permite ver la ciudad y el río Sena.
 
Seguimos subiendo ahora al segundo nivel, este está situado a 115 metros de altura. Al caminar por este nivel sentimos el viento y además descubrimos una de las mejores vistas de la ciudad, es el nivel perfecto para admirar lo que parece una postal de sus bulevares, palacios y jardines de la ciudad; aquí también existe el restaurante Le Jules-Verne, famoso por su estrella Michelin. Si tienes la oportunidad de visitarlo, hazlo; es una experiencia única, nada como tomarte el tiempo junto con una taza de café en un lugar tan único como la ciudad misma.
 
Su tercer, y último, nivel está a una altura de 275 metros. Como es la plataforma más pequeña, sólo puede albergar a 400 personas. Aquí sólo se puede accesar por el elevador, ya que por la altura las escaleras pueden ser peligrosas para los visitantes. Ahí igualmente encontramos mapas de orientación y se puede llegar a una plataforma exterior, si se encuentra abierta, es una experiencia inolvidable el simple hecho de estar ahí y observar la inmensidad de toda la ciudad luz y ¿qué mejor imagen para terminar nuestro recorrido del día de hoy que la vista a París desde la Torre Eiffel?
 
                                                                                   

Un sentimiento nos embarga, es casi como si la ciudad ya nos hubiera aceptado y nos invitara a explorar cada rincón, cada palacio, cada detalle de su historia y así saber el por qué de su grandeza, de todo lo que pasó para llegar a ser la gran metrópoli que tenemos hoy en día, invitándonos a cada lugar para conocer su leyenda; desde el pequeño café a la vuelta de cualquier esquina, hasta sus majestuosos jardines y monumentos que hacen de París la ciudad luz, no sólo por los rayos del sol, sino por la luz de magia que emite en cada uno de sus rincones.
 
Termina nuestro recorrido por el día de hoy, pero aún nos quedan muchos sitos por encontrar y descubrir, algunos de ellos por casualidad y otros con la planeación de nuestro itinerario.
 
La próxima semana visitaremos la mismísima Tumba de Napoleón, La Catedral de Notre Dame, El Museo del Louvre, entre muchos más. ¡No te lo puedes perder!
 
¿Qué llevar?
  • Un abrigo para el clima frío.
  • Calzado cómodo.
  • Ropa no muy delicada, pero recuerda que estás en la capital de la moda, así que para no ser un turista más lleva el outfit perfecto para la estación del año en que visites la ciudad.
  • Tu pasaporte en cada momento de tu viaje.
 
¿Qué no llevar?
  • En tu maleta evita llevar cosas que te quiten espacio, aquí te dejo unos consejos para ahorrar espacio en tu maleta.
 
Respeta los monumentos históricos, evita que algún oficial te llame la atención, recuerda que también en México tenemos sitos arqueológicos que deben ser respetados y sólo cuidándolos perdurarán muchos años más.
 

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