• Un lugar donde te sentirás protegido por grandes guerreros que vigilan al sol.

Por: Raúl García

   
Visitaremos un lugar que alguna vez estuvo rodeada de agua y tules, donde el color verde de las montañas contrastaban con el azul resplandeciente del cielo; donde una vez dos de los dioses más importantes se enfrentaron:  Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, dotada de sabiduría y gran valor, y Tezcatlipoca, el espejo negro,  omnipresente, fuerte e invisible.  Hermanos desde el principio del tiempo, aquí fue donde Tezcatlipoca engañó a Quetzalcóatl haciendo que éste se retirara en su barcaza dorada y brillante como el fuego, jurando regresar.  Así, Tezcatlipoca quedó como señor de estas tierras. ¿Ya sabes qué lugar exploraremos hoy? ¡Claro que sí, es Tula de Allende!

Saliendo de la Ciudad de México nos dirigimos rumbo a Hidalgo, atravesamos caminos rurales y algunas montañas para dirigirnos a la zona arqueológica, ubicada casi a las afueras de la ciudad.  Nos recibe un cielo azul y despejado, con gran sol brillando a todo, lo que nos hace difícil imaginar que aquí alguna vez estuvo lleno de lagos, ciénegas, pantanos y tules -de ahí el nombre de Tula-. Unas grandes escalinatas nos conducen al museo de sitio, donde nos cuentan las leyendas y la importancia de este lugar, que fue el paso de muchos comerciantes. Además nos hablan de la mitología mesoamericana y de cómo el mismo  Qutezalcóatl fundó la ciudad, pero fue su hermano Tezcatlipoca quien resultó ser el señor de estos lares después de su engaño.  También detalles de esculturas y grabados encontrados en el sitio, ornamentos y herramientas, así como piezas de los Atlantes.
 
                                                                                               

Saliendo del museo pasamos por un camino de tezontle rojo que nos va guiando en dirección a las zonas arqueológicas.  Durante el trayecto encontramos diferentes tiendas de recuerdos y varias réplicas del arte prehispánico.  Al recorrer el camino, nos asombra la explosión de color de las flores de nopales, agaves y cactus, realmente es increíble el contraste que crean.  Sin darnos cuenta, al acercanos a observar más de cerca las flores, interrumpimos la toma de sol de varias lagartijas, algunas bastante grandes, no se mueven, pero intentan hacer que nos movamos con sus pequeños gruñidos; entendemos el mensaje y las dejamos en su baño de sol para seguir nuestro camino.
 
                                                                                       

Y así, de un momento a otro, el camino termina y delante de nosotros tenemos una enorme pirámide; en su cima nos esperan vigilantes los Atlantes, pero antes de subir nos atrevemos a explorar la parte trasera, un pasillo de piedra con diferentes grabados de águilas, serpientes y soles que decoran las paredes.  Nos internamos y el camino sigue bordeado por paredes de más de 3 metros de altura, es ahí, justo ahí, donde nos imaginamos cómo debió estar en su esplendor, con sus paredes cubiertas de grandes pinturas, sus callejones, el ir y venir de comerciantes, sacerdotes y niños pequeños jugando.  Damos vuelta en la siguiente esquina y nos topamos con el fin del camino, pero no es el final del paseo, aún falta mucho por excavar y descubrir a qué lugar lleva el camino. Regresamos y bordeamos la pirámide; nos encontramos con diferentes partes de lo que fueron habitaciones construidas con columnas, pareciendo construcciones mayas, siendo éstas residencias de las personas influyentes y poderosas.
 
                                                                                    

Nos encaminamos por fin hacia los Atlantes de Tula en la cima de la pirámide, escalón por escalón, los empezamos a ver más grandes e imponentes, siempre vigilando, como en espera de que regrese el gran esplendor de la ciudad. Originalmente se encontraron derribados y fueron subidos tiempo después por arqueólogos.  Ya estando en la cima, se nos olvida el calor y comenzamos a observar los detalles en las esculturas, sus penachos y plumas, sus tocados y armaduras del pecho y rodillas. No es de nuestra sorpresa que luzcan imponentes y majestuosos desde lo lejos, donde no parecen tan altos,  pero ya estando nos sentimos pequeños y a la vez protegidos por estos guerreros.

                                                                                 

Dejamos a un lado la tranquilidad; salimos de la zona arqueológica y nos dirigimos al centro de Tula para recorrer su centro histórico y su catedral.  En el camino vemos cómo sobresale su catedral por encima de árboles y nuevas edificaciones; la Catedral de San José fue hecha por los evangelizadores de España en la conquista de México.  Sus constructores fueron de la orden franciscana y fue uno de los primeros conventos en ser construidos en esa época; se encuentra en lo que parece ser un pequeño monte en medio de la ciudad. El convento tiene muros tipo fortaleza española, el cual tiene un acceso por un arco trilobulado del siglo XVII, cuenta con gran atrio -característica de los edificios de este periodo- en él se encuentra una cruz de cantera tallada para conmemorar la llegada de los misioneros franciscanos a la región.

En el interior nos sorprenden las bóvedas con nervaduras de estilo gótico, además de su estilo barroco del siglo XVIII, pasando por varias modificaciones en el siglo XIX hasta que muchos de los decorados se fueron perdiendo en el tiempo, dejando a la imaginación con la actual remodelación que refleja un gran interior austero en una gran bóveda iluminada con luz natural.  En su atrio se encuentra un “tríptico” donde se muestra el Cristo Resucitado y a un lado de él se encuentran imágenes de los frailes que evangelizaron la región, también se encuentra representado a Quetzalcóalt.

El convento posee dos capillas que datan del siglo XVII en el año de 1750, de estilo barroco junto con su cúpula. La segunda fue levantada en 1858 y está dedicada a la Virgen de Guadalupe.
 
                                                                                   

Termina nuestro recorrido por la tierra de gigantes, recordándonos la batalla de los dioses hermanos, resultando uno el vencedor por causa del engaño; dejando a los Atlantes siempre vigilando, dignos y fuertes recordando la gloria de una ciudad habitada por dioses.  Recorrimos un camino rojo rodeados del color de las flores del agave y cactus, evocando a los grandes lagos y ciénegas abrazadas por enormes tules que alguna vez existieron en esta región.

¿Qué llevar?
  • Botas o calzado grueso.
  • Ropa ligera por el clima caluroso.
  • Sombreros y gorras.
  • Botella de agua para la hidratación.

¿Qué no llevar?
  • Abrigos y ropa delicada.
  • Calzado de plataforma o de tacón, podrías resbalar.

Ten cuidado con los niños pequeños, mucha vegetación del camino es espinosa y pueden sufrir un accidente.

Sigue el sendero como se indica y evita levantar alguna roca; existen serpientes en el lugar, no son agresivas, pero si son perturbadas pueden llegar a serlo.

 

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