Descubre cuál es esa "vaca" que te está impidiendo crecer.

Por: Paulina De la Mora

 
Había un maestro que paseaba por un bosque con su discípulo y decidió hacer una visita a una casa que se encontraba en el camino. Llegando vio la pobreza del sitio; ahí vivía una pareja con sus tres hijos, vestidos con ropas sucias, rasgadas y sin calzado; la casa, poco más que un cobertizo de madera.

El maestro le preguntó al señor: “¿Cómo hacen para sobrevivir?”. El señor respondió: “Nosotros tenemos una vaca que da varios litros de leche todos los días. Una parte del producto la vendemos o lo cambiamos por otros géneros alimenticios en la ciudad vecina y con la otra parte producimos queso, cuajada, etc. para nuestro consumo. Así es como vamos sobreviviendo.”

El sabio contempló el lugar por un momento, se despidió y se fue. A mitad de camino, se volvió hacia su discípulo y le ordenó: “Busca la vaca, llévala al precipicio que hay allá enfrente y empújala por el barranco”. El joven, espantado, miró al maestro y le respondió que la vaca era el único medio de subsistencia de aquella familia. El maestro permaneció en silencio y el discípulo cabizbajo fue a cumplir la orden. Empujó la vaca por el precipicio y la vio morir. Aquella escena quedó grabada en su memoria.

                                                                                      
                                                                                                                Foto via: caminoaldespertarr.blogspot.com

Pasado el tiempo, el joven agobiado por la culpa quería confesar a la familia lo que había sucedido, pedirles perdón y ayudarlos. A medida que se aproximaba al lugar, veía todo muy bonito, árboles floridos, una bonita casa con un coche en la puerta y algunos niños jugando en el jardín. El joven se sintió triste y desesperado imaginando que aquella humilde familia hubiese tenido que vender el terreno para sobrevivir. Aceleró el paso y fue recibido por un hombre muy simpático.

El joven preguntó por la familia que vivía allí hacia unos cuatro años. El señor le respondió que seguían viviendo allí. Sorprendido, el joven entró corriendo en la casa y confirmó que era la misma familia que visitó hacia algunos años con el maestro. Elogió el lugar y le preguntó al señor: “¿Cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar de vida?”. El señor entusiasmado le respondió: “Nosotros teníamos una vaca que cayó por el precipicio y murió”. El hombre continuó diciéndole que ante la muerte de la vaca había sentido desesperación y angustia. Por mucho tiempo, la vaca había sido su única fuente de sustento. “Sin embargo” -continuó el hombre, “poco después de aquel trágico día, decidimos que a menos que hiciéramos algo nuestra propia supervivencia estaría en peligro, así que decidimos limpiar algo del terreno de la parte de atrás de la casucha, conseguimos algunas semillas y decidimos sembrar vegetales y legumbres con los que pudiésemos alimentarnos. Después de un tiempo comenzamos a vender algunos de los vegetales que sobraban y con este dinero compramos más semilla y comenzamos a vender nuestros vegetales en el puesto del mercado, así pudimos tener dinero suficiente para comprar también algunos animales. En poco tiempo además pudimos comprar mejores vestimentas y arreglar nuestra casa. A raíz de la perdida de nuestra vaca, nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos. Así alcanzamos el éxito que puedes ver ahora.”

Después de leer esta historia, nos damos cuenta que nosotros estamos acostumbrados a vivir en nuestra zona de confort, tenemos una vaca que nos alcanza a dar lo necesario para ir viviendo, pero que no nos permite avanzar, sólo sobrevivir. Nos aferramos a estas vacas porque tenemos miedo o flojera de seguir adelante.

Nuestras vacas pueden ser cualquier situación o persona que nos mantiene limitados en nuestro crecimiento y desarrollo personal.

¿Cuáles son las tuyas? ¿Las llevarías al barranco? ¿Quieres dar ese paso?

Namasté 
 

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