• Se acerca un día muy especial para los mexicanos: ¡la celebración del día de muertos!

Por: Paulina De la Mora

El origen de esta celebración surigió antes de la llegada de los españoles; hay registro de ella en las culturas Maya, purépecha, mexica y totonaca.

Esta festividad se conmemoraba el noveno mes del calendario solar mexica, que era por agosto, y la celebración duraba un mes completo. La principal diosa de esta celebración era Mictecacihualt, conocida como la dama de la muerte, que actualmente es representada por la Catrina, personaje de Jose Luis Guadalupe Posada.

La mayoría de las culturas indígenas destina el 2 de noviembre para honrar a sus muertos, pero los huicholes es una de las etnias que celebra la vida; cuando uno muere existe un rito especial. La ceremonia dura toda la noche y la encabeza el chamán, quien en sus plegarias habla con la persona fallecida y se entera de qué y por qué sucedió su muerte.

Los rituales de homenaje y recuerdo de los antepasados se observan en todas las civilizaciones y el objetivo es el mismo: al difunto no se le desecha ni se le tira, sino que se trata con honores. En algunas, se opta por enterrar a los muertos; en otras se les incinera o se deja que los animales carroñeros devoren sus restos. 

Todo depende de lo que en cada civilización se piense que va a ocurrir después del fallecimiento. En sí, estos rituales han sido parte de la cohesión social: el fallecido no desaparece, sino que continúa con nosotros y es parte de nuestra integración como miembros de esta sociedad.

                                                                                     
                                                                                    Foto vía: Pristine Cartera Turkus

Sea cual sea el ritual que manejas estos días, el día de muertos es un buen recordatorio de esos seres que en vida nos llenaron de experiencias y buenos momentos. Muchas veces, el dolor de haber perdido a alguien no nos hace fácil hablar de ellos o celebrarlos, pero es necesario para poder tener ese luto.

Existen varias formas de acercarnos a nuestros seres amados, pero a veces es difícil, debemos revisar con el corazón abierto y con mucha humildad si no tenemos algo pendiente hacia esa persona, para poder sanarlo y soltarlo.

Busca la mejor forma para ti,puedes meditarlo, escribirlo, hacer un altar y honrarlos.  Hacemos muy bien en honrar a nuestros difuntos en este mundo, a quienes solemos deber todo o mucho de lo que somos en la tierra.

“Mis muertos, como los de cada quien, van conmigo a todas partes. Algunos días los siento mirando sobre mi hombro. Desde ahí aprueban o dirimen. Hace poco pude oír sus voces entre la mía que a su vez hablaba, de ellos y la felicidad, a la paciente luz de una asamblea. Creo que los muertos no se aburren, pero yo tenía miedo de aburrir a los embajadores.

Mis muertos, como los de cualquiera, andan diciendo cosas que sacan de la nada. Y escuchan de otro modo. Cuando digo alegría se quedan quietos, si oyen clavel vuelven a estremecerse de nostalgia. Ese día, en el Salón de las Américas, me empujaron de lejos. Como si dijeran no vengas con que no sabes cómo hacerlo, porque esto es jugando, para temblar no te educamos.
La muerte de los otros provoca un temblor tal, que educa en la certeza de que es imposible morirse de miedo.

Anda a jugar que de la muerte sólo sabes lo que inventas, porque la muerte es un invento de los vivos. Anda ve, di una fábula, revive una quimera, adivina un ensalmo. 
Mis muertos son volubles, a veces se me esconden y otras se paran en mi cabeza, como la llama del Espíritu Santo, con la pretensión de iluminarme aunque no lo consigan. De repente, si la imperiosa luna trae con ella sus nombres, les pido que aprieten mi corazón para consolarlo porque no están.”
Ángeles Mastretta

 

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